Aparentemente nadie pudo ver el polvo de mariposa en las yemas de los dedos. Ni siquiera el propio niño. Algunas de las pequeñas celulas brillantes que antes cubrían las alas del insecto, flotaban ahora invisibles y volatiles en el aire, y otras se deshacían en los pantalones del niño, donde se limpiaba las manos, ocultando las pruebas del crimen minúsculo.
En el suelo de tierra, la mariposa aleteaba con su maquillaje destrozado.
Al fondo, el niño se alejaba.
El niño seguría caminando.
El niño seguiría creciendo.
domingo, 14 de diciembre de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario